Hace muchísimo tiempo, muy al sur del sur de nuestra Península, en una pequeña ciudad norteafricana, tan española como cualquier otra, deambulaba un señor de estatura media, tirando a obeso que, con una canasta en ristre vendía su producto de manera ambulante.
La canasta iba siempre repleta de cucuruchos de periódico llenos de unas ricas almendras caramelizadas según receta propia, igualmente lo hacía con otro producto más baratos, me refiero a los riquísimos cacahuetes .
Pues bien, Paco fue un personaje carismático de la ciudad en los años 50 y 60 pues de tanto vender garrapiñadas hizo una pequeña fortunita que sabiamente invirtió en la compra de inmuebles que estaban próximos a ser declarados en ruina con lo que, cuando este hecho ocurría se veía con la propiedad de un terreno que valía bastante más.
Tanto fue que alardeaba de poder y cuando la antigua discoteca Whisky a Gogo cerró y en su lugar se instaló un ruidoso pub decía a vivas voces: yo voy a acabar esto porque casi toda la manzana es de mi propiedad. Y así fue logró que el dichoso pub cerrara. El bueno de Paco que a veces era tachado de subnormal resultó ser un magnífico negociante y un ejemplar ciudadano.
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