LOS CURAS BUENOS
En una pequeña ciudad al sur de un hermoso país hay una parroquia no muy modesta. Son del tipo de parroquias que gustan al régimen político imperante. Por supuesto el párroco era un cura de alta estatura,pelo peinado hacia atrás con la clásica tonsura o coronilla en su nuca. Este hombre parecía hecho a medida para que no desentonara con "habitat".
Lo que si desentonaba era el cura coadjutor que era diferente en su físico y en su comportamiento,paso a explicarme:
" El padre Raimundo (nombre ficticio aunque la historia es verídica) era también de estatura mas bien alto,su pelo, a diferencia del de el párroco estaba cortado al cepillo y no precisaba peinarse. Era un pobre hombre cuya humildad rayaba en la exageración pero que al predicar desde el púlpito se transformaba cual Dr. Jekill y, como se suele decir, les "cantaba las verdades al lucero del alba" y a todos los parroquianos-as.
Sin nadie saber porqué el padre Raimundo se levantaba del lecho todos los días a las cinco de la madrugada y aquello era un secreto. Raimundo lo sabía pero era necesario. Marchaba con su raida bufanda al puerto y esperaba la carga y descarga de buques mercantes ofreciéndose para trabajar en la penosa tarea. Los capataces al verle la sotana se apiadaban y le daban una o dos horas de trabajo. Su sotana con el paso del tiempo fue tomando el color que adquieren las telas negras cuando están muy sobadas y esto unido al descuido personal de él le fue dando un aspecto desaliñado incluso a los parroquianos, casi todos muy de derechas, le repelian y murmuraban por lo bajo. El regresaba contento a las siete y media de la mañana para decir la primera misa, la de las 8,00 AM pero Raimundo decía misa con el alma en completa paz porque antes de empezar la misa ya había pasado por las humildes viviendas del patio interior de la parroquia y repartido equitativamente el dinero ganado con el sudor y sufrimiento de su trabajo de madrugada.
Falta decir que el Padre Raimundo, cuando subía al púlpito a predicar y últimamente en el mismo altar se iba progresivamente exaltando hasta gritar de manera exagerada. Creo que era la indignación de unas ideas progresistas frente a un mundo netamente fascista en el que se veía obligado a vivir.
Un buen día el Padre Raimundo ya no estaba, no sabemos si fue llamao al orden por las altas esferas eclesiásticas o, en su desesperación enloqueció y dejó oblgadamente el sacerdocio, lo que si os puedo decir es que Don Raimundo (no el Padre,tan solo) fue, en su bendita locura, no solo Padre sino madre,hermano etc de todos los habitantes humildes del patio interior de la Parroquia.
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