Se dice que los juegos de los niños marcan, de alguna manera, el modo de ser de los mismos. También se dice, no sé si es mito o realidad, que los niños de antes y con antes me refiero a cualquier generación comparada con la de sus padres, eran distintos, pretendemos (los padres) revestirnos de una capa de falsa bondad, nos untamos con la vaselina del “ser superior” y exclamamos con énfasis aquello tan manido de “Eso en mis tiempos no pasaba” o “En mis tiempos se respetaba mas a los padres” y cuarenta mil razones a cada cual mas idiota y vana.
No nos engañemos y hagamos un viaje en retrospectiva a nuestra infancia. Centrémonos en los aconteceres sino en nuestro interior, en lo que pensábamos al actuar de aquella u otra manera, hagamos un profundo chequeo a nuestra psique y nos daremos cuenta de una cosa fundamental y es el hecho de que la persona siempre actúa motivada por un amplio abanico de causas que en el fondo son las mismas a lo largo del tiempo solo varia el marco o contexto en el que se desenvuelven los hechos. Todo se explica con la visión y comentario de este juego infantil muy en moda y uso en los años cincuenta.
No éramos ángeles recuerdo que cuando jugábamos a esto invitábamos a las chicas de nuestra edad a jugar con nosotros y la hacíamos “amogar” es decir ocupar el sitio de abajo s fin de saltar sobre ellas y propiciar el roce, claro que esto ocurría hasta que alguna avispadilla decía “nati de plasti” lo que queréis es… Entonces se acababa el juego para desencanto nuestro. Con esto quiero decir que esas ideas no son ni más ni menos que las de cualquier chico de cualquier época, no cambiamos las sucesivas generaciones, cambia la sociedad que los encuadra y la moral más o menos permisiva de la época que se viva.
Resumiendo eran juegos que conllevaban una maldad más o menos permitida según épocas o circunstancias.